sábado, 4 de mayo de 2013

Una huérfana llamada Ana.

   Hola, mi nombre es Ana y soy huérfana, no sé con exactitud que día nací, pero sé que un señor de apellido Morton me bautizó en 1694 con este nombre. Me gusta jugar a que soy una princesa ya que me alienta ver que son perfectas. A veces vivo con mis amigas ya que no tengo a dónde ir, lo hago si ellas me aceptan y la condición es que sólo puedo estar en su cuarto, ya que es el único lugar en donde podríamos tener tiempo a solas y privacidad para hablar. Odio los hospitales, suena irónico porque quien me bautizó es un médico, y precisamente por él, desde que me dió un nombre todos me alejan; muchas veces entré con amigas y al salir, luego de unos días, empezaban a alejarse de mi, los médicos y los padres me llamaban mala junta cuando yo solo quería lo mejor para ellas. Bueno soy poco social, pues exijo mucho al momento de ofrecer mi amistad, primero la conozco bien y luego determino si puede ser mi amiga ya que pasa lo siguiente, he aprendido a que no todas son fieles y por otra parte tiendo a ser muy realista cuando juego a ser princesa, y a varias no les agrada esto, pienso que no todas pueden ser dignas de llamarse así, si, princessa, ya que ninguna es tan perfecta como ellas, así que sólo lo jugaba con mis amigas de siempre, pero, por alguna razón, mi lado humanitario ha considerado en dejar que las gorditas participen, pues ellas también podrían llegar a ser princesas, ¿no? Igual, no todas logran serlo, en fin, les contaré una historia por la cual considero que no todas pueden llamarse amigas ya que no todas entienden el significado de perfección.


   Hace no mucho, conocí a una chica llamada Alejandra, era una chica de 16 años muy tímida que por su contextura gruesa no tenía muchos amigos y eso me pareció injusto, quise ayudarla. Empecé por aconsejarla sobre dietas -sabía una manera más fácil de bajar de peso pero no podía revelarle el secreto, ya que es algo muy íntimo-. Ella tomó mi consejo, empezó la dieta y los ejercicios, efectivamente, bajo de peso, no mucho pero si lo suficiente para verse "bien", y pronto se alejó de mi; aunque aún me parecía rellena, nunca le dije nada.
Al cabo de unos meses, ella me buscó y nos volvimos a encontrar, Alejandra había vuelto a engordar, esta vez estaba pesando el doble. Me confesó que dejó la dieta y los ejercicios porque se había estancado, ahora se sentía peor -Yo ya sabía que esto pasaría, pues al adelgazar probó el exquisito veneno de la atención social' y la consolé, luego nos hicimos una promesa: jamás volvernos a separar y ahora ser amigas de verdad, amigas hasta la muerte. Ella me lo prometió, sin entender el por qué de las últimas palabras. Luego de esto, le ofrecí jugar a las princesas porque ya la consideraba mi amiga y le expliqué que debía hacer todo lo que yo le pidiese ya que sólo así luciría perfecta, y digna de llamarse ¨princesa¨. Fui fuerte con ella, el primer paso ya no era hacer dieta, mi secreto comenzaba a revelarse, si quería verse de verdad perfecta debía dejar de comer, pues era la única manera de bajar rápidamente de peso, ella se excusaba diciendo que no sabía cómo ocultar la comida, yo le grité, le llamé cretina, le dije que podía esconderla en cualquier parte, dársela al perro, tirarla a la basura, colocarla debajo de la cama, como fuese, pero que no podía comer; ella obedeció, pero de vez en cuando vacilaba y se escondía a comer, pues no aguantaba su estómago vacío; yo sólo esperaba a que terminase de tragar y empezaba a insultarla diciéndole lo cerda que era, lo gorda que estaba, que daba asco, que nadie la quería, que así no era perfecta; ella lloraba y para consolarse empezó a vomitar, pero no lo hacía adecuadamente, así que le enseñé cómo: debía hacerlo a cierta hora de manera sincronizada, puntual y a diario, previamente a la comida debía tomar mucho líquido para facilitar el paso de la comida ingerida hacia el esófago sin que se lastimara mucho. Así pasó un mes, con mucho trabajo logré que bajara diez kilos, pero no eran suficientes, a penas se veía menos cerda que antes, evidentemente, lejos de la perfección, su madre empezó a preocuparse -Qué problema con estas viejas metiches- la quiso llevar al médico diciéndole que no la encontraba bien y que eso la alarmaba, pero esta vez fui más astuta, la anticipé diciéndole a Alejandra que no tenía ningún diseque desorden alimenticio, que sólo estaba trabajando muy duro para lucir como una princesa y que estaba dando resultados, que por ningún motivo aceptara ir al médico porque si no, volvería a ser gorda y asquerosa. La convencí a tal punto de hacerle creer que su madre era su enemiga y que no la comprendía. Alejandra empezó a desarrollar una conducta agresiva-defensiva.

   Mi nueva amiga seguía mis consejos al pie de la letra, se había hecho experta en esconder la comida, ya vomitaba sin tener que empujar sus dedos hasta el fondo de la garganta, se ejercitaba sin parar y se automutilaba las zonas que lucían excedidas de peso en su cuerpo que quería adelgazar. De vez en cuando, alguien le decía que ya estaba bien, pero yo la obligaba a ir al espejo a verse y le gritaba de nuevo que aún no estaba lista para ser princesa porque aún no era perfecta, que aún tenía gordura en su cuerpo y no escuchara las mentiras de los demás de tal manera que aprendió a verse gorda, y muchas veces, a falta de alimentos alucinaba frente al espejo con su cuerpo inicial, se iba a llorar y vomitaba. Alejandra empezó a aislarse.

    Su cabello empezó a caee, sus uñas a debilitarse, su esófago se había perforado y su anemia estaba al borde, pero antes de que pensara que era malo le dije que todo era parte del sacrificio para ser perfecta, que si le preocupaba verse mal, no importaba, ya que para eso existían extensiones o pelucas, unas postizas y maquillaje, su masa muscular se redujo a piel y huesos. Fue una de las amigas más fieles que tuve, pues estuvo a punto de alcanzar la perfección, ya se sentía perfecta y las costumbres que yo le enseñé quedaron, pasé de ser una amiga a ser su estilo de vida, para todo me consultaba y siempre se veía en el espejo se sentía gorda... Ya no vivíamos la una sin la otra.

   Una mañana se desmayó, producto de dos días consecutivos de ayuuna y cuatro horas de ejercitación forzosa sin parar. Al abrir los ojos se encontraba en el hospital, se horrorizó tal como yo le había enseñado, estaba convencida de que no tenía problemas de salud, que sólo eran sacrificios para ser perfecta, el médico reflejaba en su rostro profunda tristeza mientras miraba sus exámenes y su madre lloraba mientras yo permanecía ahí, a su lado, ella comenzó a llorar y me preguntó que por qué le pasaba todo esto, yo sólo callaba, y finalmente, con sus últimas fuerzas, me preguntó si ahora era hermosa, y yo la miré y le dije "Cariño, siempre fuiste hermosa, pero confundiste la belleza con perfección". Su respiración cesó y su corazón dejo de latir.

   Este es mi secreto, yo escojo como amigas a las chicas que pretenden ser perfectas, no hermosas, porque hermosas son todas las mujeres, pero ninguna es perfecta, y si alguna lo fuese físicamente, esta vida no tendría sentido.

   Mi nombre completo es Anorexia Nerviosa, pero cariñosamente me llaman Ana, si quieres ser perfecta,  te invito a jugar conmigo a ser una princesa, pero recuerda: debes hacer todo lo que yo te diga, negarte a ver al médico y seremos AMIGAS HASTA LA MUERTE.


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