martes, 26 de marzo de 2013

La Bella y la Bestia.

  Sentía que conocía a aquel hombre como si fuese hace siglos, de alguna manera lo aborrecía, una señorita de su clase no podría congeniar con tal animal con cara deforme; pero sus conversaciones célebres y temas extraordinarios pedían a gritos que se quedase, una parte de su alma susurraba en el silencio de su habitación que le extrañaba, mientras que el corazón ya lo había aceptado y el cerebro recordaba sus caprichos superficiales. En sus encuentros cortos, donde charlaban de filosofía, poco a poco se habían convertido en días y noches eternas, la amistad que hubo naciendo agregaba odio por su apariencia y, a la vez, empujaba el amor; su cara ya no le parecía deforme y, sin saberlo, la bella se había enamorado de aquella bestia. Ella empezó a recordar lo delicioso que era amar y aquellos temores a tal sentimiento que retumbaban con tanta acentuación ahora pasaban al olvido. 

   Llegaron varias veces a tumbarse en la cama, a mordisquearse los labios y a jugar con sus lunares, pero él nunca se atrevió a romper la intimidad. Por primera vez ella se sentía feliz, no le quedaba el amargo dolor como siempre, si no, más ansiedad a la espera de su reencuentro, euforia con cada minuto que pasaba. Él parecía diferente, un hombre tímido y decente, nunca hablaba de más, ni trataba de impresionarla con palabras o bienes materiales. Pero esto no era suficiente para ella, sentía que faltaba algo, una especie de eslabón para que todo fuese perfecto y sabía exactamente lo que era, su cara; Aquel rostro marcado con cicatrices surcadas de historias pasadas, historias que el ocultaba y no quería revelar. Su deformidad era más prominente con la luz del alba, pero eso no era obstáculo para amarlo, si, ya comenzaba a amarlo, con cada rincón más íntimo de su ser.

  En un anochecer, luego de varios meses entrelazando sentimientos y moldeando el corazón, ella por primera vez estuvo en su máximo pudor, él pudo contemplar en la oscuridad la sombra que producía la luz de la luna reflejada en su piel de marfil aquella silueta tan magnífica como la melodía de un soneto de Beethoven, sus manos temblorosas hicieron contacto con su piel y sintió vergüenza, ya que, sin darse cuenta, el también estaba desnudo, y su miembro viril pasó de ser pequeño a un animal inmenso, ella también miraba con una curiosidad tímida, pero ya no importaba, él se acercó lentamiente y la fue besando apasionadamente con un toque de dulzura, sus dedos exploraban sus senos firmes, bajando hasta sus glúteos y reposaban en su virginidad húmeda, lentamente se acostaron en la cama y seguían besándose, él hizo una pausa y bajo hacia su vientre, ella se resistió por unos segundos hasta que se dejo llevar por aquella sensación que producía su clítoris estimulado, era su primera vez, gemía y reía, se convencía de estar feliz de nuevo, y sin darse cuenta él volvía a estar encima de ella, frotando su miembro contra ella, y entonces, entró en pánico, pero él la tranquilizó y lentamente la penetró, aquello le asustaba y a la vez le gustaba, era una sensación inexplicable, afuera podría estar a tantos grados bajo cero y sin embargo sentía calor, sentía como el miembro de aquel hombre que la hizo mujer rozaba contra su pared vaginal, produciendo una especie de placer inexorable, pensó un poco en los temores que le comentaban sobre el dolor, pero aquel hombre se había entregado a ella dócilmente, ella le pedía más, había quedado hambrienta, suplicaba con aliento agitado que la penetrara con más rapidez, ambos jadeaban y pasó del placer al clímax y luego, su primer orgasmo, que hacía que su cuerpo temblara y retorciera de regocijo, recordaba otra vez que era feliz, había olvidado por completo todos sus temores sobre aquel sentimiento, pero, de pronto, se sintió ahogada, empezó a deseperarse y trataba de separarse del hombre, pero éste la presionaba con más fuerza, su frágil cuerpo no podía escapar de aquellos brazos tan fornidos y él, consumido por la excitación, no prestaba atención a ella que se asfixiaba. Sofía se sentía débil, muy pronto el sueño la abrazaba, pero aún resistía, sabía que si cerraba los ojos así como la luz de alguna estrella en el cielo que ha muerto hace años pero que su luz sigue viajando en el tiempo se iría junto con su respiración, soportó varios segundos más, pensando en cuánto se había equivocado, que la suerte o cupido nunca estuvo de su lado, pensó en aquel hombre, que seguía con su virilidad dentro de ella, lo detestaba por hacerle esto, por no escucharla, por haberle prometido tanto; se preguntaba por qué no reaccionaba a sus pataleos e intentos de zafarse, seguía pensando hasta que su cuerpo poco a poco dejó de moverse, sus latidos latidos se hicieron débiles y, en su ultimo aliento, la muerte se la llevo tan rápido como la luz del sol tocaba las primeras colinas anunciando el amanecer.

  Aquel hombre la había asfixiado con un alambre ajustado a su cuello, padecía desórdenes mentales que consistía en conseguir la excitación máxima mediante la muerte de sus víctimas, he ahí la razón de sus cicatrices, alguna chica en el pasado, así como Sofía habría muerto de una manera más terrible, con ácido sulfúrico quemándole el cuerpo y que, por un pequeño accidente salpicó unas gotas en su rostro.